
Llegamos temprano a Pontevedra y paseamos por el centro, por toda la parte peatonal que es más extensa desde la última vez que estuvimos y hace que sea realmente agradable darse un garbeo. Visitamos el mercado pero mi chico llevaba tal cara de asquito que entramos por una puerta y salimos por la de enfrente. No se le podía pedir más, pobriño.
Después de un par de horas caminando paramos a tomar una cervecita en una cervecería en que los miércoles y sábados, en plena calle, en una puerta al lado de la principal, despachan pulpo a feira. No nos pudimos resistir y pedimos una tapa pero nos las sirvieron enorme, estaba tan rico que nos zampamos todo, como no, ahí se iba a quedar, pero eso hizo que llegáramos al restaurante con poco apetito y eso, no mola nada. Nos dimos otro paseo por Poio, que no tiene nada especial que ver, para ver si hacíamos gusa, y , lo juro por mi tío Arturo, nos perseguía una nubecita lloviéndonos exclusivamente a nosotros. !Unos metros hacia delante o atrás no llovía! Para verlo.

Pedimos el menú express porque lleva menos platos que el de degustación y porque no teníamos casi hambre. De morirse. Como a Angelito no le gusta el pescado hubo que cambiarle el jurel y el bacalao que conformaban los primeros y no nos pusieron pegas, con lo que debe joder en cocina. El caso es que empezamos con unos aperitivos de cacachuete y kikos dulces y salados; un pincho de cherry con queso y guacamole; un chupito de crema de grelos; un trocito de empanada de carne con una masa crujiente y delicada.
Después gambas con panceta y su caldito. Las gambas de una calidad excelente, gordísimas. No está mal el contraste.
Para continuar a mí me sirvieron bacalao sobre una muselina con espárragos y ajos tiernos. No me gusta el bacalao, pero siempre que me lo sirven en este tipo de restaurantes lo encuentro riquísimo, sin ese sabor tan carácteristico y fuerte que me desagrada, no me digas por qué.

Y por último, antes de los postres, llegó la costilla de ibérico asada que nos pilló sin nada de hambre y eso hizo que no la apreciáramos como se merece ya que la carne, que llega deshuesada, estaba que se deshacía y por fuera crujientita. Tal vez algo grasienta, es lo malo del ibérico, pero muy bien hecha. LLegó con un acompañamiento de una minúscula patata asada, salsa de su jugo con frutos secos y tirabeques. Éstos estaban prácticamente crudos y alguno había bastante basto, la verdad.
En el capítulo de los dulces nos sirvieron una milhoja de merengue (puaj, no nos gusta nada el merengue); crema de chocolate con ron (en gelatina) y helado de café con picatostes. Muy rico este postre. También un delicadísima trufa, una cuchara de dulce de leche con nata (ñam, ñam) y una brocheta de melón y piña. Ah ,y ya si que es lo último, almendras amargas garrapiñadas y pistachos caramelizados.
Aunque todo estaba de lo más correcto no encontré ningún plato que me emocionara demasiado. Tal vez las circunstancias, no tener mucho apetito, menguó el disfrute.
El precio me pareció muy razonable: menú expréss 37 euros, menú degustación 55 euros.
No hay fotos de los platos, lo siento, no me siento bien sacando la cámara cada vez que llega el camarero, camarera en este caso además muy símpaticas y atentas.
Volveremos con más hambre, el sitio lo merece y la cocina también.
Besos
3 comentarios:
Es probablemente mi restaurante preferido. Y Pepe, aparte de un cocinero como la copa de un pino, es de lo más entrañable en cuanto se le conoce.
Lamento que, a lo mejor, no fueseis con el mejor ánimo. Pero dadle una segunda oportunidad en mejores condiciones.
Me corroe la envidia... Además, el precio de lo más ajustadisimo que he visto para el menú que os metisteis entre pecho y espalda...
Tienes toda la razón en cuanto a la decoración minimalista que utilizan algunos para esconder la poca pasta que se han gastado en ella...."Menos es más", sí pero, ¡gástense los dineros hombre!
Pásalo bomba en tus vacas!
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