domingo, febrero 18, 2007

Escapada gallega I

No sé por dónde empezar el relato de nuestro fin de semana gallego. Han sido un par de días agridulces.

Nada mas bajarnos del avión fuimos a visitar a Beti al hospital, bien temprano. Le dimos una sorpresa aporque no nos esperaba y se emocionó mucho.La encontré con tan buena cara que parece mentira lo importante que ha sido la intervención. Estuve un buen rato con ella pero Angelito aguantó poco porque le picaba todo el cuerpo, sobre todo sus recientes cicatrices, y marchamos pronto.

Para comer nos dirigimos a Moaña, al otro lado de la ría, sin ningún plan fijo. Primero pasamos por casa de unos amigos que pusieron sobre la mesa un jamón y una botella de vino tras otra. Después de cuatro de ellas y de una tapa de arroz con unas almejas de campeonato, nos fuimos a buscar un sitio donde comer no nos fuéramos a quedar con hambre.
Encontré el paisaje tan bonito como siempre, detalle que no se empaña aunque el cielo esté cubierto, eso es Galicia.

Comimos en "A casa do Tito" en Meira. No recuerdo exactamente a qué altura de la general que va a Cangas, sí que antes se llamaba "O Barral". La nueva dirección practica la cocina gallega de siempre: mariscos, carnes y pescados a precios razonables y de buena calidad. Durante la semana sirven plato del día.
Nosotros comenzamos con unas zamburiñas que hubieran estado deliciosas de no estar tan pasadas de cocción porque eran de excelente calidad. Pero para el gusto de los parroquianos habituales el punto es perfecto como asevera Ezequiel ,sentado con nosotros a la mesa. Cuestión de gustos.
El comedor interior está cuco decorado, en esa línea rural que todo lo invade y que, reconozco, no me desagrada . Es chiquito, apenas cuatro mesas, y por las ventanas se ven sendos naranjos coloreados de fruta en un patio ajardinado, gris de la piedra y verdeado por la humedad pegada a ella.
Continuamos la comida con unas gambas frescas, gordas, sabrosas, rojas y a la plancha.
Después me decidí por el rubio, un pescado que jamás llega a mi mercado habitual y que rara vez he comprado cuando estoy en Galicia. Lo pedí "a la gallega", una de mis preparaciones preferidas para el pescado, y me trajeron dos rodajas de un ejemplar enorme, una hermosura que había visto previamente cortar en la cocina. !Qué bueno! Nunca había tenido oportunidad de probar un bicho tan grande y es una delicia. Llegó cocinado en su punto justo, con sus cachelos, cebolla y el aceite con pimentón servido en una salserita, además de unos trozos de pimiento rojo y verde que es la primera vez que lo veo en esta receta y que no me disgustó nada. Muy rico, el sabor de este pescado me ha atrapado ya sin remedio.

A los postres, nada memorables, se nos unierón más amigos y la sobremesa se alargó y endulzó a base de un rico licor de café casero y buena , y a veces triste, conversación, aunque primó la esperanza.

Para redondear el día fuimos a Barra porque Ezequiel tenía cosas que hacer en la finca y, mientras él atendía lo suyo, nosotros bajamos a dar una vuelta por la playa.
Creo que he visto la playa en todas las épocas del año y en invierno en cuando más me gusta. Los árboles, la arena, todo reverdea empapado de humedad. Hay regatos que en verano se van de vacaciones y que en este tiempo proporcionan sonido a tan bella estampa. El mar , embravecido, también colabora a poner banda sonora a tan bello paisaje. Me pirra esta playa que se llena de flores de mi color preferido.

Nada me hubiera levantado de la arena, ni el frío, ni la finísima cortina de agua que traía el viento, nada; sólo la oscuridad hizo que nos retiráramos duna arriba y volviéramos al camping.
Mi mirada, ávida de grabar en la retina el paisaje que me enamora, se posaba en todos los detalles. Así noté dónde han talado el más mínimo árbol, si hay una cerca nueva o las pasarelas que Ezequiel construyó esta primavera para que los veraneantes dejen de arrastrar arena de la duna a la playa porque éstas bajan de forma considerable año tras año y nadie hace nada. Por la misma razón, en una zona despoblada de vegetación, ha plantado dos castaños autóctonos con la esperanza de que la duna no huya junto con las lluvias a unirse al mar.


Para merendar fuimos a tomar unas tazas al furancho de Pepe en Cangas.
Los furanchos son típicos de las Rías Baixas y son una especie de tabernas improvisadas que los vecinos que elaboran vino preparan - normalmente en la planta baja de las casas,en el garaje...- con la intención de vender el excedente de vino que la familia no consumirá en el año. En estos bares caseros se pueden tomar tapas preparadas en la casa o llever uno mismo la merendola y consumir sólo el vino. Éste por cierto, no suele ser un vino de gran calidad - hay excepciones, pero pocas- y aunque a los lugareños, acostumbrados de toda la vida, les encanta, para los de fuera suele saber excesivamente ácido y fuerte. El vino blanco del furancho de Pepe, según la cata de Angel, sabe a pera y suela de zapato. Lo acompañamos con chorizo frito, oreja cocida con pimentón, empanada de choco ( choco, cebolla y tinta) y bacalao frito con cebolla cruda.

Como fuimos en avión no pudimos domir en la que nosotros consideramos nuestra casa, aunque sea alquilada, porque al estar en la aldea en la playa necesitamos coche para movernos a cualquier sitio, y al no disponer de él, tuvimos que dormir en Moaña en casa de unos amigos, más centrados en la civilización y más a mano de cruzar la ría para ir al hospital. Por eso, después de la furanchada fuimos acasa de Montxo y Susi a dejar el equipaje. ¿Qué nos encontramos allí? Más amigos, que estaban preparando el fuego, reunidos para una churrascada. !Buf!
Menos mal que aún queríamos volver a Vigo a visitar de nuevo a Beti y se pudo posponer un poco la cena. Pero nos nos escapamos, después de estampar un par de besos a la pachucha y desearle que pasara una buena noche, de sentarnos de nuevo a una mesa lleva de ricas viandas a las que hincarle el diente.

Agotados, ahítos, marchamos a la cama dejando a todos arreglando el mundo en una sobremesa aliñada con licor de café a tutiplén.

(Continúa)



Besos

4 comentarios:

Jorge Guitián dijo...

Me alegro de que aunque vinierais por un motivo agridulce, tuvieseis tiempo para disfrutar de vuestra estancia por aquí.

Doña Col dijo...

Me ha gustado mucho tu relato... Me dan ganas ahora mismo de ir para allá...

Margarita dijo...

Como buena gallega, adoro todo lo de Galicia y me ha dado mucha envidia tu viaje.
Espero que no te importe que te haya puesto en mi blog.

Marisa Beato dijo...

Querido Gourmet cómo no disfrutar de esa bendita tierra.La gran pena que tengo es no poder ir tanto como antes.

Doña Col los billetes de avión van bajando de precio, escápate.

Margarida, encantada de estar en tu blog, gracias.