Tomamos una cervecita, después de un paseo por la ciudad, en el bar más antiguo de Holanda, un local añejo con todo el sabor de antaño, y a continuación teníamos que visitar un molino harinero en Zeevenar pero se debieron olvidar que íbamos porque estaba cerrado.
Domingo y yo fuimos a echar una mano a Fausto, cocinero del día para el resto en su domicilio, y los demas dieron una vuelta por el casco antiguo.En casa del gallego, provistos de una Heineken nada mas llegar, ayudamos a preparar los arenques - todavía me huelen las manos- , a disponerlos sobre bandejas y a poner la mesa del buffet y las sillas en el jardín.
Cuando llegaron todos dimos cuenta de la cuchipanda, tranquilamente, sin prisas, tanto, que tuvimos que dejar las visitas turísticas vespertinas ya que la conversación y el relax nos atrajeron más.
Me sorprendieron los pescados. Tanto la caballa ahumada (en la foto en primer término), como los arenques que yo pensaba iban a tener un fuerte sabor a pescado, pero no, son mantecosos y de sabor suave. Una delicia.
Es una buena idea acompañarlos de ingredientes que les proporciones textura crujiente (cebolla cruda o en vinagre,pepinillos, tomatitos...), porque si no son demasiado aterciopelados y, a mi en concreto, esta textura no me gusta mucho en boca.
Es tradición holandesa acompañar la comida de estos bichejos con vino de grano, que de vino no tiene nada porque es un destilado de trigo bien fuertecito, y así hicimos, faltaría más. Fausto nos sirvió para rematar la comida un plato típico holandés - muy gallego también diría yo- que consiste en patata y zanahoria cocidas en un caldo de haber cocido previamente un buen trozo de espalda de vaca. Se prepara un puré grueso con las primeras (riquísima e intensa de sabor la zanahoria, qué decir de las patatas holandesas, muy buenas), y servido junto a un trozo de carne cocida. Plato sencillo y contundente sin ser pesado, a mí, medio gallega, me gustó bastante.
Después de los postres y la larga sobremesa con puros y todo, nos dimos un garbeo por el pueblo, tomamos otra rica cervecita y nos encaminamos al restaurante donde teníamos mesa para la cena. Teniendo en cuenta que habíamos comido a hora española y que nos sentábamos a cenar a las ocho....se puede facilmente imaginar que ni dios tenía pizca de hambre. Pero los chicos y chicas de es.charla.gastronomia pueden con esto y más y nos zampamos todito lo que nos pusieron delante; y como la cena termino casi a las doce, pues fuimos abriendo apetito mientras charlábamos a la mesa.
Los aperitivos no se tocaron apenas y la cena siguió con un tataki de atún y tatziki que llegó completamente frío a la mesa, por lo demás correcto.El mejor plato de la reunión, para mi gusto, llegó a continuación y se trató de un ravioli de langosta, salsa de cangrejos y vieira a la plancha, tan rico que me hubiera comido tres platos. La vieira iba pinchada en un colín casero muy sabroso.
Seguimos con un medallón de cordero holandés, albardado de jamón y setas, con espárragos frescos. Personalmente le hubiera cambiado el jamón por ibérico, por lo demás, estuvo bien. Nos reímos un rato porque le preguntamos a la camarera de dónde era el jamón y , entre, risas, nos contestó que italiano.
Para el postre me decidí por el helado de turrón, que no sé de donde sería, pero tenía sabor a almendra amarga y eso me encantó. Otros de decantaron por el plato de quesos, holandeses creo que todos, que llegó muy bien acompañado de frutos secos, pan de pasas, uvas...
Todo el menú fue presentado con vino apropiado para cada plato y pagamos unos sesenta euros por barba. Esto ha sido uno de los detalles que másme han impresionado de esta visita Holanda: ahora los precios me parecen mucho más baratos que la última vez que estuve hace seis años y es que en España, señores, no hemos subido mucho a la parra y una cena como esta nos cuesta ya un ojo de la cara y medio.
La primera noche, unos cuantos nos fuimos a tomar unas cervecitas después de la cena y también los precios de ellas, dos euros por un vaso de poco menos de medio litro, nos dejaron de piedra. Cómo han subido tanto los precios aquí, en nuestro país, y por qué.
Otro ejemplo: la cena en De Schelp, a base pescado y marisco con todos sus vinos maridados, nos salió por setenta euros. En fin, difícil encontrar, al menos en Madrid, algo parecido por la misma calidad.
El domingo para los madrileños la reuníon tocaba a su fin pues teníamos vuelo a las doce en Düsseldolf. LLegamos al aeropuerto y nos desayunamos una jarra enorme de cerveza con una sopa espesorra de patata, salchicha y judías verdes, antes de meternos en el avión de vuelta a casa.
Los demás visitaron Amsterdam y comieron en un restaurante Indonesio antes de despedirse hasta la próxima... en San Sebastián, Donostia, donode visitaremos la casa del señor Arzak culaquier fin de semana del año que viene.
3 comentarios:
Bueno Marisiña!!! Menuda envidia me está dando de todo: el viaje, la comida hasta los precios!!!! porque aqui en Madrid por una cena así me estoy imaginando el precio y....la verdad, me está empezando a parecer Holanda muy asequible......yo tampoco sé lo que ha pasado por aquí, pero aqui una pinta de cerveza son 4 euros por lo menos (no sé si me quedo corta). Un Besazo!!!!
Un reportaje muy ameno sobre tu ruta gastronomica. Que suerte. Hace 20 años hice algo parecido y me has hecho recordar algunas comiditas!!!
Ya ves, Salvia, apenas hace cinco o seis años era al revés.
Cerise, las reuniones de este grupo son siempre enriquecedoras en todos los sentidos.
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